Los que tenemos la inmensa suerte de ser aficionados del
Club Atlético de Madrid, pudimos disfrutar ayer de un agradable partido en el
estadio Vicente Calderón. Más allá del encuentro -bastante mediocre por cierto,
a pesar de los destellos de Juanfran- los que acudimos al Manzanares gozamos de
una buena mañana de fútbol. A un Calderón repleto y con gran ambiente se le sumó
una temperatura idónea y un día soleado. De hecho, algunos miembros de Segundas
Partes decidimos comer por la zona de Puerta Toledo y La Latina, empalmando con la
final de la Copa
del Rey de balonmano, hasta tal punto que hubo traviesos que terminaron
cerrando los bares esa noche.
Pero del mismo modo, algún amigo se quedó sin poder
acompañarnos. No siempre es agradable madrugar un domingo, a pesar que sea para
ver al Atleti, y a más de uno estas horas nos recuerda a dos años más ominosos.
Este continuo cambio de fechas y horarios, constante mareo para el aficionado
fiel, es consecuencia de la falta de importancia y, con ella de respeto, que
tiene el abonado. Desde que a mediados de los 90, cuando irrumpen las televisiones
como principal fuentes de ingresos de los equipos, se convierten al mismo
tiempo en los “decidores” de la Liga. Nacía
entonces el fútbol moderno, del que tanto nos hemos quejado y nos quejamos
desde las gradas.
En Vallecas molestó mucho el Sol. Que se lo digan al arbitro |
La fama internacional de nuestra Liga es la puntilla a este
proceso, por lo que la LFP
experimenta con los más dispares horarios para permitir que nos vean en Asia,
por ejemplo. Perjudicar a toda una afición para que los chinos puedan ver un
partido en prime time me parece una falta de respeto a quienes pagan
religiosamente un abono. Por supuesto, ninguna directiva va a clamar a favor de
su afición a riesgo de perder “su tajada”. Y menos la del Atlético de Madrid,
por supuesto, experta en ignorar y despreciar a la hinchada. El último que
recuerdo hacer algo parecido fue el presidente del Sabadell por el partido de Copa
frente al FC Barcelona, pero lo hizo, obviamente, porque el tardío horario
entre semana podría perjudicar a sus ingresos por taquilla.
Estos experimentos son muchas veces poco acertados, como por
ejemplo el partido que enfrentó al FC Barcelona frente al actual líder de la Liga (véase que no
reproducimos su nombre para no ensuciarnos los dedos ni dañaros la vista) un
domingo a las 12.00 para el mercado chino. La sorpresa fue que en el gigante
asiático la mayoría de los hogares tenían sintonizado a esa misma hora un
partido de bádminton, una de las grandes pasiones del pueblo chino, por lo que
el mal llamado clásico, pasó desapercibido.
Precisamente los medios afines atacaron la decisión del horario
de un partido de aquel equipo hace unas jornadas. Visitaban el Nuevo Vallecas a
las 17.00 de la tarde, lo que suponía, según estos pseudoperiódicos, una falta
de respeto al supuesto señorío del equipo en cuestión, que no se puede rebajar
a un horario al que hemos jugado ya los otros 19 clubes. Incluso esgrimieron el
patético argumento (con fotos incluidas) de que a esas horas se podrían
deslumbrar sus estrellas con el sol. Parece que aquella tarde el único que parecía
haberlo hecho fue el árbitro.
De hecho, tendremos que recibir la peste el miércoles 11 de
abril a las 22.00, lo que supone una doble incongruencia: además de ser en un día
laborable, termina a una hora intempestiva. Un verdadero sacrificio para padres
con niños, desplazados de fuera de Madrid, aficionados que trabajen a esa hora
o incluso para cualquiera que tenga que madrugar al día siguiente. Una vergüenza.
¿Desde cuándo nos ha importado que nuestros partidos se vean en China? ¿O que tengamos calefacción? |
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