Emisión en directo

lunes, 2 de abril de 2012

“Nuestra pasión, vuestra isla”

Preparaos para sentir náuseas y diversas molestias estomacales ante lo repugnante del tema a tratar. Hoy vamos a hablar del Real Madrid

Hace unas semanas tuvimos que soportar en todo tipo de medio de comunicación posible, el anuncio a bombo y platillo del magno proyecto -uno de tantos- que tiene preparado Florentino Pérez para dar lustre al mejor equipo del cosmos: el Real Madrid Resort Island. Se trata de un complejo deportivo y de ocio, un parque temático vamos, que gira alrededor de los vikingos. Abrirá sus puertas en 2015 en la isla artificial de Al Marjan, en el emirato árabe de Ras al Khaimah -menos mal que les tendremos lejos-, y supondrá una inversión en plena crisis superior a los 1.000 millones de dólares (unos 760 millones de euros).


No os lo perdáis: el embarcadero es el escudo.
Albergará un parque temático de 12 hectáreas, que incluye entre sus atracciones una montaña rusa y un parque acuático, así como una zona residencial con 400 apartamentos y 48 villas, un estadio de fútbol en forma de media luna abierto al mar, que tendrá capacidad para 10.000 localidades. En esta nueva pocilga, se podrán ver los partidos (agarraos) de manera holográfica en directo. Según dice Florentino, este “ambicioso” proyecto atraerá a un millón de visitantes el primer año y representará un paso decisivo en el desarrollo internacional del club.

Los medios de comunicación subrayaron la grandiosidad de esta faraónica empresa y los mal llamados seguidores no tardaron en infectar las redes sociales presumiendo de hotel, con una arrogancia ya conocida para los que, por desgracia, nos ha tocado compartir ciudad con ellos. Una vanidad del estilo “¿Cuántas Copas de Europa (ahora parques temáticos) tenéis vosotros?” Sí, ahora es el momento de sentir las molestias estomacales de las que os advertimos en la entradilla.

La historia de siempre

El mal llamado aficionado madridista siempre ha sido prepotente. La arrogancia ha sido un veneno que han tenido inoculado en las venas de toda la vida, pero que Florentino les ha potenciado hasta el infinito. Antes de su llegada, al menos eran conscientes de sus limitaciones, sabían de su “mortalidad”. Pero las últimas Copas de Europa perpetradas, frases de su actual presidente como “somos un equipo señor” o “el Bernabéu es el mejor estadio del mundo” o la maldita palabreja de “galácticos”, repetida hasta el vómito por sus babosos medios afines, han provocado que la mal llamada afición alcance un nivel de petulancia insoportable.

Por supuesto, la masa de mal llamados seguidores blancos ha crecido exponencialmente con este nuevo nivel de engreimiento. Pero no es nada nuevo, de siempre el Atlético ha sido el equipo del sur de Madrid, el equipo de gente sencilla y trabajadora, orgullosos de su origen y procedencia; mientras que de “los otros” eran los señoritos y los adinerados, encantados con un equipo cuyo afán de creerse mejor que los demás estuviese garantizado desde el principio.

Disculpanos, pero nosotros no tenemos isla.
Obviamente, todo aquel con sentimiento de inferioridad, acomplejado por cualquier circunstancia, y con una necesidad de imperiosa de destacar ante los demás tenía asegurado el éxito con este equipo, eso sí, en un tema tan trivial como es el fútbol. Por eso trato siempre con reserva a aquellos que se dicen “de todos los equipos de Madrid” o “no son antiatléticos, no como vosotros antimadridistas”. El vikingo lleva el menosprecio por los demás por bandera, porque la arrogancia consiste precisamente en eso, en creerse mejor que los demás. La mayoría, no lo olvidemos, son de ese equipo porque “es el que gana”. Os suena la frase, ¿verdad?

Pues esos polvos trajeron estos lodos. Hoy sufrimos que nos restrieguen que planean construir grandes prodigios arquitectónicos y que tienen miles de títulos. Que pasen calamidades ahorrando para irse a una isla en la quinta puñeta con el embarcadero con la forma del escudo, que yo tomaré latas de cervezas en la piscina municipal.  No quieren entender que la ausencia de la arrogancia de la que tanto presumen es precisamente lo que nos hace tan grandes. No tienen nada más que ofrecer, no tienen más argumentos que esgrimir que el oropel que se les va pudriendo en una sala de trofeos de Chamartín. Por eso rabian tanto con otra frase que seguro que también os resultará familiar. “Nuestra pasión, vuestra envidia”.



0 comentarios:

Publicar un comentario