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martes, 28 de febrero de 2012

Silencio, juega Giggs

Si cualquier amante del fútbol que hubiera pasado los últimos 20 años de su vida con la mirada atenta al reloj que cuelga en una de las paredes de Old Trafford y que tiene marcada la fecha y hora del momento exacto en que sucedió una de las mayores tragedias sucedidas en el deporte se dispusiera a presenciar el pasado Domingo el partido del United, pensaría que el tiempo tampoco habría avanzado en la persona de Ryan Giggs al verlo jugar como titular su partido 900 en el Carrow Road de la ciudad de Norwich…al verlo en una situación a la que se llega poniendo años a la vida y vida a los años; y es que, en una época en que el fútbol avanza a la velocidad de la luz, una época en la que los clubes devoran jugadores y entrenadores en menos tiempo de lo que dura el típico amor de Verano y los representantes y comisiones planean de una forma vergonzosa e insultante sobre el mercado de fichajes, me alegra saber que todavía existen jugadores que trasladan el sentimiento de toda una afición al terreno de juego. Giggs representa lo que en Inglaterra llaman “One club one men”, una expresión que sirve para conceptuar y ensalzar al futbolista que desarrolla toda su carrera en un mismo equipo complementada con el amor y fidelidad propias del niño que sueña desde pequeño con vestir la camiseta del club de sus amores. Parece que fuera ayer cuando, con tan sólo 17 años, saltaba como titular en un Manchester que ya entrenaba el fenómeno Sir Alex Ferguson; a partir de ahí se ha convertido en todo un ejemplo para las jóvenes promesas del club, en una leyenda viva gracias a sus titulados enmarcados en su palmarés, gracias a las 11 Ligas, 2 Copas de Europa, 4 FA Cup, 4 Carling Cup y 158 goles con la camiseta de los red devils. Dicen que el secreto de su longevidad está en la genética, que le viene de su padre. Quizá lleven razón, su progenitor Danny Wilson era jugador de rugby y los que le vieron jugar destacan sus condiciones atléticas a pesar de su avanzada edad. De este modo, casos como los de Giggs, Maldini o Scholes hacen que todavía quede un rayo de esperanza dentro del negocio en el que se ha convertido el deporte rey, un rayo de esperanza en el que viajan las alegrías y tristezas de aquel niño que un día soñó con defender los colores de su equipo por encima de todas las cosas.

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